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Democracia, ese tótem de la modernidad, ha degenerado en un teatro donde la banalidad se convierte en norma y el talento es sospechoso. Este aforismo no ataca el concepto noble de la democracia clásica, sino su actual parodia: la tiranía de los incompetentes legitimada por el número. Aquí se señala la patología del sistema, donde lo popular sustituye a lo justo y lo vulgar se erige en doctrina.